Un Salto de transformación

Porculturaypunto

May 5, 2025

Pasaron las horas, los días… y el deterioro de la ciudad se volvió implacable. Una oscuridad creciente —alimentada por energías sombrías, el avance impune de las drogas, decisiones erráticas y esa mirada ajena que juzga y delimita cualquier atisbo de ambición— fue transformando, con crueldad meticulosa, la vida cotidiana en un laberinto asfixiante.

Entonces, sin previo aviso, una nevada mortífera comenzó a caer sobre la ciudad. No tenía explicación ni antecedentes. No era nieve real, sino una sustancia blanquecina, densa, cargada de muerte. Descendía en un silencio absoluto, apagando con lentitud quirúrgica la vitalidad de todo lo que tocaba.

Las calles se vaciaron. Un polvo blanco y opaco cubría cada rincón como un sudario. Las viviendas, selladas con cintas, maderas y lonas, apenas dejaban filtrar una luz tenue a través de sus ventanas. La plaza San Martín fue tragada por un vacío que crecía sin tregua: los bancos, hundidos bajo la aparente nieve, parecían llorar en silencio; las estatuas, cubiertas por una escarcha persistente, yacían inmóviles, entumecidas por la desolación.

El río Salto se tornó espeso, turbio, como si algo oscuro y profundo hubiese corrompido su cauce. La vieja estación de tren, ahora un esqueleto de concreto, mostraba en sus muros grafitis desesperados: “No salgas. La muerte está presente”. En la radio local, una voz quebrada repetía, cada diez minutos, el mismo mensaje: “Refúgiense. La muerte está presente”.

No hubo respuesta de nadie. Solo el dolor. Un dolor sordo, profundo, difícil de nombrar. Pero aun así, entre los restos de lo que fue, comenzó a latir la voluntad espontánea de unos pocos. Los últimos vecinos, aquellos que aún creen en la resistencia, comenzaron a organizarse. Se protegen con trajes improvisados hechos de silo bolsa, barbijos reforzados, antiparras rescatadas de algún taller olvidado. Se desplazan entre viviendas por túneles de lona y alambre. Comparten lo que tienen: alimentos, medicamentos, víveres escasos.

Nadie sabe con certeza qué los amenaza. Pero en medio del desconcierto, algo empieza a germinar.

Una brasa. Una chispa. Un destello mudo de esperanza.

En el corazón del espanto se instala una certeza que pulsa con fuerza: en la acción colectiva habita la posibilidad. Esa intuición profunda, aunque silenciosa, estalla en los corazones como un grito contenido. Se avecina una oportunidad de transformación. Y será desde el nosotros —desde la comunidad herida pero viva— que surgirá una nueva chance.

Por Marcelo Martínez

Por culturaypunto

Somos un grupo de periodistas, artistas, escritores y libreros que creemos que en la cultura yace el verdadero cambio. #lacosaesasi

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Cultura y punto
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.