Un estruendo demoledor

Porculturaypunto

Abr 24, 2025

En mayo y septiembre de 1976, la región italiana de Friuli es golpeada por dos terremotos. El impacto es abrumador: destruye el paisaje y mueren más de mil habitantes. Cuando intentaban salir del primero, volvió a sentirse il rombo. Esa es la forma en que se refieren en Italia al rugido que viene de la tierra.  

La escritora alemana Esther Kinsky narra en Rombo, su nuevo libro, los efectos que esos terremotos causaron en la población. “¿Qué es peor?, ¿el terremoto que llega sin que te lo esperes o el que se produce cuando aún recuerdas el anterior y justo  has acabado de arreglarlo todo?”, se pregunta Anselmo, uno de los habitantes de Friuli. “¿Qué es un terremoto? Un terremoto es como si algo formidable se moviera en sueños”, agrega Gigi.  

Kinsky es una de las autoras más destacadas de la literatura alemana contemporánea. Con una obra que impone un ritmo narrativo moroso que evita caer en el estruendo de lo explícito; merodea lo que intenta narrar; lo aborda desde los detalles, desde el fragmento, articulando así una trama dislocada. Utiliza, como Sebald, el recurso de la fotografía: la imagen irrumpe en la trama de varios de sus libros como un elemento narrativo más. En el caso de Rombo son fragmentos del fresco de la iglesia de Saint Andrea Apostolo de Venzone, el pueblo que más se vio afectado por el terremoto.  

El vínculo de la escritura de Kinsky con Italia ya se ve en su novela anterior, Arboleda. Allí la autora narra un viaje. Un viaje a Italia que había sido imaginado entre dos: la narradora y su compañero. Pero M. muere antes del viaje y la narradora decide viajar igual. Por eso el duelo se entremezcla con el paisaje y con la memoria. La narradora deambula en la frontera entre los vivos y los muertos. En Rombo no sólo reaparece Italia, también estas ideas: la frontera entre los vivos y los muertos, la memoria, el paisaje y un acontecimiento trágico, inesperado. En el caso de Arboleda es la muerte de su compañero, en el caso de Rombo el terremoto.  

La escritura de Kinsky pareciera montarse sobre ese acontecimiento que viene a sacudir el orden de las cosas: la muerte de un ser querido, un terremoto. La catástrofe interior o exterior. Esa dialéctica entre el adentro y el afuera pero explorada por la lógica de una escritura que deambula, camina, recorre, piensa el paisaje, explora la memoria. En este sentido hay una estrecha conexión entre la obra de Kinsky con la de Sergio Chejfec. Kinsky busca una estética en el borde, en la frontera para interrogar un estado de cosas y un estado del alma.  

La estructura de Rombo juega con el efecto del terremoto. Se organiza sobre restos, ruinas, esquirlas de un paisaje y de una memoria. Se va tejiendo de manera constante entre fábulas, tipos de pájaros y plantas, caminos, cementerios, montañas y las voces de siete personajes que cuentan lo que vivieron en los dos terremotos, pero también cuentan su historia en ese lugar (un lugar especial de Italia en el que se habla una lengua cercana al eslavo).  

Los terremotos reavivan una herida que aún en la década del setenta está muy cerca en Italia: la guerra. Por eso se cuentan tantas historias de habitantes que se han ido; muchos se han ido o fantasean con irse a otros países para poder tener una vida mejor. “Una vez llegó al pueblo, dice Silvia, un coche grande, negro, lustroso. ¡Ya están aquí los argentinos!, gritaba la gente. El hermano del dueño del bar había llegado lejos en Argentina y se había comprado un coche únicamente para las vacaciones en Italia”. “Los argentinos” aparecen por el pueblo para ostentar su bienestar; después se irán, es lo que se dice por ahí, a las pistas de nieve en Suiza. “Los argentinos” son italianos que se fueron y ahora vuelven de visita y la novela los muestra narrados desde el punto de vista de quienes se han quedado. Pocas veces hemos leído el exilio italiano de posguerra desde esa perspectiva. 

Una de las técnicas más conmovedoras del relato es el hallazgo de objetos y, en especial, la narradora pone el acento en fotografías desparramadas en el espacio. La descripción de ese mundo contenido, esa vida que despliegan antes de la tragedia –llena de alegría, de pequeña cotidianidad, de sucesión del tiempo– provoca una profunda conmoción. Transmite el efecto de la pérdida a partir del hallazgo de una fotografía. Algo parecido sucede en la novela El agua de Enrique Wernicke, recientemente reeditada por Mil Botellas. Allí la inundación es la que sacude la vida de un jubilado que vive a orillas del río y de pronto se enfrenta con sus fotos familiares flotando en el agua. 

Rombo es un minucioso juego de piezas que se montan unas sobre otras para armar con los restos de una catástrofe la narración que hace posible imaginar un paisaje, y las voces de siete personajes en ese paisaje, porque la vida sigue. “Abajo, en mi puesto, veo cómo el mundo sigue, dice Lina. El devastado Venzone lo han reconstruido con gran belleza”. Así será, marcada a fuego en la memoria, la convivencia de la vida cotidiana con la amenaza del retorno de ese fantasma; ese rugido irracional que viene de la tierra; ese estruendo demoledor llamado il rombo.

Hernán Ronsino / Esther Kinsky

Fuente: Eterna Cadencia

Por culturaypunto

Somos un grupo de periodistas, artistas, escritores y libreros que creemos que en la cultura yace el verdadero cambio. #lacosaesasi

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